El detonante de todo fue el ojitos teporochos que me regaló dos semillas de árbol.
Las instrucciones eran de lo más sencillo, cortar un envase, poner tierra húmeda, encima algodón mojado y sobre estos las semillas, cerrar envase, ponerlo al sol y esperar un mes.
No es que yo esperara que creciera un pinche tronquísimo como si hubiera yo plantado las habichuelas mágicas, pero no creció ni una hojita, vaya ni siquiera un pinche raicita. A pasado más de un mes y al parecer es más que innegable que las semillas perecieron.
Mi plan nunca fue tener una planta que se convirtiera en arbolito y llevarlo a plantar al bosque, contribuir con mi grano de arena a la ecología y salvar este mundo ojete. Nel. Yo lo que quiero es un bonsái, sí, soy un pinche egoísta.
Como ya vi que no se me da eso de plantar semillitas y esperar a que crezcan y se desarrollen mis queridos retoños vegetales he decidido comprar un bonsái hecho y derecho, trasquilarlo a mi gusto y ser feliz con él.
Ya me chute varios libros sobre su historia, cuidados, mantenimiento y reproducción, trasplante de maceta, tuzada periódica y demás mimos que requieren.
Ahora solo falta escoger a mi verde chamacón. Pronto, muy pronto.
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